martes, 14 de noviembre de 2023

«Jóvenes brujas», un clásico de los noventa que te hará quedar ligero como pluma y tieso como tabla

 


¡Mis queridos murciélagos!, sean bienvenidos a su lugar seguro, su casita sombría. Como lo prometido es deuda, hoy tenemos una cita con Manon, con los rituales wiccanos y los ancestros de la magia. ¡Prepárense, cofrades! 

Hablemos de un clásico...

Jóvenes brujas —The craft, por tu título original en inglés—, es una película estadounidense de terror y fantasía dirigida por Andrew Fleming, y estrenada en 1996.

A diferencia de otros films de culto, The Craft fue recibida con mucho entusiasmo, obteniendo 55 millones de dólares tras una inversión de tan sólo 15 millones. Esta, mis murciélagos, es la cinta de terror sobrenatural adolescente por excelencia, ¡y no es para menos!

Sinopsis de «Jóvenes brujas»

Todo comienza cuando la joven Sarah (Robin Tunney) se muda de San Francisco a Los Angeles junto a su padre y su madrastra. Al llegar todo es nuevo para ella: su casa, su entorno y la nueva escuela a la que debe asistir: la Academia Católica St. Benedict's.

Sarah siempre ha sido una chica extraña, pero iniciar clases en un colegio diferente le hace mucho más difícil poder encajar, sobre todo porque los chicos parecen burlarse de ella, y las chicas son hostiles o indiferentes.

Demostración de un poder singular

Una mañana, mientras el profesor de francés intenta dar su clase y unos estudiantes se mofan de él, Sara juega con su lápiz. Concentra su mirada en él hasta mantenerlo girando solo sobre la tabla del pupitre, sin darse cuenta de que Bonnie, otra estudiante, la estaba observando.

Bonnie (Neve Campbell) pertenece a un grupo de tres chicas que están interesadas en la brujería, y le cuenta a sus amigas que Sara podría ser "la cuarta", la última integrante de su pequeña cofradía, necesaria para invocar a los cuatro puntos cardinales y hacer que las cosas "sucedan".

Sara recurre a este grupo cuando debe buscar a un equipo para sus trabajos de Biología, pero Nancy, la líder, —interpretada de forma magistral por Fairuza Balk—, la rechaza con frialdad.

Sus compañeras la riñen, pues creen que necesitan a Sara si de verdad quieren lograr que sus poderes crezcan.

Un inicio en la oscuridad

Más tarde, un joven popular llamado Chris invita a nuestra protagonista a uno de sus partidos de fútbol. Ella quiere agradarle, ya que eso representa pertenecer a algún lugar dentro de los cerrados círculos sociales de  St. Benedict's.

En ese momento, Nancy, Bonnie y Rochelle (Rachel True), aparecen en escena para disculparse con Sara —al tiempo que suena «How Soon is Now?», de The Smiths, la misma canción introductoria de la serie sobrenatural «Hechiceras». ¿Casualidad?, quién sabe— e invitarla a ir de compras.

Sara dice que sólo quiere una vida sin "anormalidades", así que asiste a su cita con Chris. Todo parece ir viento en popa hasta que el joven le hace una insinuación sexual que la chica rechaza. En primera instancia él se muestra comprensivo; no obstante, al día siguiente, Nancy, Bonnie y Rachelle se acercan a Sara para contarle que Chris esparció el rumor de que se acostaron.

Enojada, Sara acepta ser parte de las brujas de Ipswich —como Chris las llamó tras conocer a Sara—.



Debo de mis hermanas

Las cuatro chicas van a un lindo claro para hacer un ritual de iniciación, donde prometen honrar al círculo y a sus hermanas. Un poco después, cada una realiza una petición:

·       Bonnie pide ser tan hermosa por fuera como lo es por dentro, pues toda su vida se ha sentido un monstruo a causa de unas quemaduras que cubren gran parte de su piel;

·      Sara pide el amor de Chris en venganza por haberla humillado;

·    Rochelle pide que Laura —una chica popular que siempre la ha acosado por ser afrodescendiente, deje de molestarla;

·       Nancy, por su parte, pide todo el poder de Manon, un ente pagano que representa el todo. Este no es ni bueno no malo. En su momento, la líder del grupo le explica a Sara que "Si Dios y el Diablo estuvieran jugando al fútbol, Manon sería el estadio donde jugarían, el sol que brilla sobre ellos... ".



La regla de " Tres veces tres"

Al principio practican encantamientos inofensivos, como cambiar su color de cabello o hacer levitar a Rochelle al jugar "Ligera como pluma, tiesa como tabla". Pero, poco a poco, las cosas se salen de control. Con la ayuda de Sara, las jóvenes tienen el poder de ocasionar desastres de consecuencias irreparables con sólo pensarlo.

En uno de sus paseos, van a la pequeña tienda esotérica de Lirio, una experimentada bruja, quién les advierte que usar la magia para beneficio propio viola la regla de Tres veces tres. Esta, reza que todo lo que se hace, bueno o malo, regresa a nosotros por triplicado.

Las jóvenes caso omiso, y deciden invocar a Manon, el antiguo. Tras hacer el ritual, Nancy es bendecida con un gran poder, uno que desestabiliza aún más su ya muy desbalanceada psique. Pronto, los juegos se convierten en una pesadilla, y Sara comienza a correr un verdadero peligro.

¿Pensaron que iba a contarles todo? ¡Pues no! Si quieren conocer la resolución de este festival de magia oscura, tienen que ver «Jóvenes y brujas». Sin embargo, voy a dejarles algunas impresiones generales.

Puntos positivos

·         La trama es simplemente deliciosa. ¡Lo tiene todo!: fantasía, suspenso, drama y algo de terror;

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Ha pasado algún tiempo desde 1996. No obstante, el argumento se siente muy actual: se tocan temas como el racismo, la discriminación de lo diferente y el consentimiento;

 

·         Las actuaciones son icónicas, ¡pero Fairuza Balk se lleva el premio mayor! Su Nancy es inquietante. Su gestualidad demencial es, quizá, lo mejor de toda la cinta;

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Es muy introductoria en cuanto al tema esotérico. «The Craft» aborda la Wicca —religión pagana en la cual está inspirada la película— con conocimiento de causa. Los elementos rituales, los encantamientos, los hechizos, ¡toda la ambientación está muy bien lograda!

Puntos negativos

Es un poco complicado intentar ver las orquetillas de una de mis películas favoritas, pero me prometí hacer esto de la mejor manera posible, por ustedes y por mí. En mi opinión, los efectos de «Jóvenes brujas» envejecieron un poco mal: el fuego del incendio de la tienda de Lirio se ve bastante falso, y el vuelo del trío de Ipswich hace lo propio. Aun así, debemos recordar que han transcurrido 27 años desde su estreno (¿se dieron cuenta?, ¡es hija de It!).

Finalmente, ¿qué puntuación se le da a un filme que marcó tu infancia y te hizo aún más aficionada a las sombras? Bueno, en mi corazón (y sin cargos de conciencia) es esta: 4.8/5 cuervitos.

«The craft» es una de esas cintas que todo amante de la oscuridad debe ver, aunque sea una sola vez en la vida. Si aún no le dan dado una oportunidad, ¡se las recomiendo!

Si ya lo hicieron, déjenme en los comentarios sus impresiones, cómo la descubrieron y si ya vieron la secuela.


lunes, 22 de agosto de 2022

«Aragné»

 


 


Siempre creí que mis padres eran un poco extraños, con sus pálidos rostros y su gusto especial por los arácnidos y artrópodos. Sin embargo, algunas veces las cosas no parecen ni la mitad de extravagantes de lo que realmente son. Debes proceder con precaución. 

Crecí en una casa maravillosa, rodeada de árboles, pasajes secretos, bibliotecas repletas de libros exóticos... El río corría tan solo a una cuadra, y era mi costumbre favorita salir en las madrugadas, para escucharlo. Era hermoso. Los olores a tierra mojada y a madera se notaban por doquier, y agitaban a los murciélagos, que se hacían toscos con el paso de los años. 

Mientras mis días transcurrían, superfluos, entre juegos triviales y una educación estricta, mis padres se hacían cada vez más ensimismados: cada día los veía con menor frecuencia. Eran artistas, pintores ambos, y su musa de aquellos días eran las arañas. Las tarántulas, en específico, les ocasionaban un inusual placer. Yo no lograba entender el porqué; a mí solo me transmitían un inmenso terror. El solo hecho de pensar en sus patitas peludas y sus cuerpos elegantemente espeluznantes, hacía que mi ser se paralizara, pero para mis padres eran una sutil inspiración. 

Yo tenía prohibido subir al ático, donde era su estudio. Allí pasaban la mayor parte del tiempo: los veía a partir de las seis de la mañana y dejaba de verlos justo antes del atardecer. También sé que no comían jamás. Pasaba la mayor parte de mí día con Anna, mi nana. Ella era dulce y adorable, con su cabello rubio cenizo, a causa de las canas. Anna comprendía la extravagancia de los artistas, mis padres, y no tenía prejuicios al cuidarme de manera constante. 

¿Ya les había hablado de mí casa? Sí, era preciosa. Eran tres pisos de maravillas, con sus inmensos corredores repletos de plantas medicinales, estanques y flores silvestres plantadas por Emma, mi madre. El primer piso era el dueño de todo ese esplendor. El propietario de mis días y venidas. Allí era donde recibía a mis maestros y tomaba mis lecciones. Por aquellos días estudiaba piano, dibujo, esgrima y francés, y era más que feliz, aunque no tuviera amigos para jugar. 

Poco a poco, comencé a encontrarme rodeada únicamente por profesores, y, por supuesto, por Anna. El contacto con mis padres era cada vez menor, y eso comenzaba a preocuparme. Ellos estaban en medio de un proyecto de suma importancia, relacionado con una colección de pinturas que debían enviar directamente al museo central de la ciudad, y yo suponía que, a causa de ello, pedían no ser molestados en el ático por ningún motivo, para poder trabajar con tranquilidad.

Era también muy frecuente que exigieran pedidos extraños, como cucarachas, ratones, ratas o pequeños gatos. Todos ellos vivos. 

Transcurrieron muchos días..., lunas enteras sin que yo tuviera noticias de ellos... Comenzaba a sentirme sola —y terriblemente compungida—. Entonces, fragüé un plan para poder ver a mis padres: una noche, me aseguré de que Anna dormía plácidamente, y subí con mucho cuidado las escaleras del ático. Mientras escalaba, jugaba con la idea de que esa hermosa escalera de caracol era, en realidad, una serpiente.

Las escalerillas se hicieron eternas mientras mis pies daban paso tras paso, pero el final era inevitable. Llegué a la puerta, y, escrúpulos, la empujé. Como siempre, no tenía ningún seguro, pues si mis padres daban una orden nadie se atrevía a llevarles la contraria, de modo que, si subir estaba prohibido, nadie lo hacía. 

Sin embargo, cuando entré de lleno a la estancia la encontré sola. No había rastro de mis padres. Lo único que vi fueron las terribles pinturas en el mostrador de cristal: dos cuadros verticales donde, sin la gracia o la habitual técnica de los artistas, se notaba, en cada pintura, a un prominente arácnido, que engullía lo que parecían dedos humanos. 

Me invadió el horror, pero cuando quise abandonar la estancia una mancha enorme y oscura, de ojos brillantes, me atrapó entre sus peludas patas. Grité tanto como pude por algunos minutos, pero después de un tiempo perdí las ganas, y mi mente cayó en un extraño sueño, en el que aún habito. En mi ensoñación soy una artista que pinta a una bestia gigante de ocho patas y ojos brillantes, mientras ella, casi aburrida, muerde con saña los dedos de mis pies. 

Dejé de bajar a la casa, y, por alguna razón, ahora solo tengo apetito de cosas indescriptibles. Tampoco me interesa el destino de mis padres. Lo único que deseo es terminar esta pintura, y, quizá, algo de carne cruda.

D'Morningstar

Imagen de Anthony, Pexels. 

 

viernes, 19 de agosto de 2022

«Mala praxis»




Se escucharon los gemidos de las madres semiincoscientes, y, en la penumbra de un quirófano estéril, una estela, un suspiro del llanto de niños muertos antes de producir cualquier sonido audible por el hombre.

Mucho antes, tres vientres hinchados yacían en la gélida cama de acero. Con terror, miraban febriles a tres médicos diferentes; todas ellas cercanas unas a otras, tan solo separadas por delgadas y pálidas paredes de yeso.

El trío de hombres, cada uno frente a su respectiva panza, determinaba qué tanto debía cortar para llegar al punto exacto que permitiera la salida de la criatura sin ocasionar daño alguno. Las manos trémulas, bañadas en un sudor frío, recordaban los escasos dos meses de aprendizaje que la única universidad con campus en medicina en aquella pequeña isla podría permitirles:

La pobreza de un sistema va más allá de sus implicaciones teóricas. En el peor de los casos, es causante de un mar de suplicios, que ni el más ordenado y racional de los programas gubernamentales podría resolver a posteriori. 

Un sonido metálico cortó el aún más ruidoso paso de lo que debieron ser tres cesáreas. Sin embargo, las madres, al unísono, como una Hécate de nueva generación, notaron una perforación incluso más profunda... Se oyó un solo grito, retumbante y desgarrador, y después la insonoridad. 

El dolor sordo les recorrió el cuerpo sudado. Las córneas de los hombres estuvieron a pocos centímetros de abandonar sus cuencas oculares, pues ya sabían lo que iba a suceder. Comprendieron entonces lo que habían hecho. A continuación, soltaron las tijeras. Uno cayó de bruces al suelo, los otros, miraban con horror aquella escena espeluznante. 

Las tres mujeres, las Hécate embarazadas, ya no lo eran más. O, quizá sea mejor decir que sí, que todavía albergaban a pequeños seres bien formados en su interior. No obstante, los corazones que debían palpitar dentro no lo hicieron. El tamborileo que podría haberse esperado del miocardio de las mujeres, tampoco sonó más. "Tic-tac". El reloj se detuvo para ellos. 

Delicadas batas azules llenas de sangre quedaron inmóviles. Donde antes hubo agitación, terror y esperanza, no había más que cuerpos que conservaban un visible rictus de espanto. Las tres que fueron a dar vida, los tres que debían ver la luz..., inertes, aquellos últimos, aún dentro de un lugar que, poco a poco, comenzaría a ser más y más helado. 

En cuanto a los otros, blancos expectantes de una masacre involuntaria, de una triada de perforaciones que llegaron a los hígados y llenaron la naturaleza humana de rojo, se volvieron leyenda negra. Nadie supo nunca qué les sucedió, pero, sometidos al juicio público, todos hubieran llegado a la misma conclusión: infierno... 

Aquel abismo de concreto, gris y frío, donde hombres malvados, descarriados seres, desorientados o torpes, transitan sus días sin ver la luz del sol más de dos horas. "Es lo que merecen", decían algunos... Lo cierto es que nadie supo nunca más de aquellos desdichados aprendices. Tal vez, como dicen hoy por las calles, hayan llegado a la oscuridad eterna.

D'Morningstar.

Historia inspirara en un hecho real. 

«Jóvenes brujas», un clásico de los noventa que te hará quedar ligero como pluma y tieso como tabla

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